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Espacios tortuosos en la última dictadura cívico-militar de la República Argentina (1976- 1983)

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Espacios tortuosos en la última

dictadura cívico-militar de la

República Argentina

(1976-1983)

Espacio y trauma en la narrativa de Luisa Valenzuela

Julián Zumpano Coacci

Romanska och klassiska institutionen / Department of Romance Studies and Classics

Examensarbete master 30 hp / Master’s thesis 30 credits Spanska / Spanish

Master i litteraturvetenskap med inriktning mot spanskspråkig litteratur (120 hp) / Master in Literature with a specialization in Hispanic Literature (120 credits)

Vårterminen 2021 / Spring term 2021 Handledare / Supervisor: Ken Benson

English title: Torturous spaces in the last civic-military dictatorship of Argentina (1976–1983). Space and Trauma in Luisa Valenzuela's narrative

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Espacios tortuosos en la última

dictadura cívico-militar de la

República Argentina (1976-1983)

Espacio y trauma en la narrativa de Luisa Valenzuela

Julián Zumpano Coacci

Resumen

A partir de la teoría del trauma propuesta por Cathy Caruth en los años noventa del siglo pasado, los estudios del trauma volvieron a obtener la atención de la crítica literaria. Si bien el enfoque de Caruth es en primer lugar psicoanalítico se fundamenta también en perspectivas historiográficas y sociológicas. En consecuencia, su teoría nos es muy útil para analizar una selección de obras de Luisa Valenzuela cuya trama se desarrolla bajo la última dictadura militar argentina (1976-1983). Específicamente queremos analizar la influencia que el encierro tiene sobre los personajes, partiendo de un análisis que trabaje conjuntamente tanto la representación del espacio narrativo como la representación del trauma. El método que se utilizará será el de una lectura minuciosa —close

reading— de los relatos, articulando las nociones de casa y la dialéctica de lo dentro y lo de fuera de

Bachelard para trabajar el encierro en los espacios públicos y privados, por un lado, y una construcción del trauma siguiendo a Caruth desde tres perspectivas psicológicas para entender mejor la tortura, por el otro. De esta forma, nuestra contribución consiste en llevar a cabo una lectura de la obra seleccionada de Valenzuela para poder entender en qué medida el encierro influye sobre el trauma provocado por la tortura durante la época dictatorial.

Palabras clave: Luisa Valenzuela, trauma, espacio narrativo, memoria, dictadura, Argentina.

Abstract

Since the theory of trauma was proposed by Cathy Caruth in the nineties of the last century, trauma studies have once again obtained the attention of literary criticism. Although Caruth’s approach is primarily psychoanalytical, it is also based on historiographical and sociological perspectives. Consequently, her theory is especially useful to the current study when analyzing a selection of works by Luisa Valenzuela, that take place during the last Argentinian military dictatorship (1976-1983). Specifically, it is intended to analyze the influence that confinement has on characters, beginning from an analysis that regards both the representation of the narrative space and the representation of trauma. The method applied will be that of a close reading of the stories, articulating Bachelard's notions of

house and dialect of inside and outside to examine, on the one hand, confinement in public and private

spaces and, on the other hand, a construction of trauma that follows Caruth’s theory from three different psychological perspectives to better understand torture. Along these lines, this study’s contribution consists of carrying out a reading of Valenzuela's selected literary works, in order to understand to what degree confinement influences the trauma that torture causes during the dictatorship.

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Agradecimientos

En primer lugar, a Åsa, Marco y Gemma por su apoyo incondicional en estos meses intensivos en donde apenas veía a la familia durante el desayuno. Siguiendo con los lazos de sangre, a mi madre Rossana Coacci, que parece nunca cansarse de leer mis trabajos académicos —soportándome durante más de cuatro años—. A mi hermano Luis Ignacio Zumpano Coacci, que sufrió el acecho de mis audios interminables por Whatsapp y que debió aprender acerca de Luisa Valenzuela sin proponérselo. Especial agradecimiento a mi compañero, amigo y hermano de la vida Horacio Malerbi, por los miles de momentos compartidos durante estos años de estudio y, sobretodo, por las difíciles horas del invierno sueco durante la pandemia, que nos obligaran a subir algunos pisos en la Universidad de Estocolmo buscando el calor, lo que culminaría con la apropiación —clandestina— del espacio en B5 bautizado como “la Oficina”. También, a mi lectora ideal Inger Magnusson, compañera del máster y amiga.

En segundo lugar, al catedrático Ken Benson, quien fuera mi profesor en varias materias del máster y mi supervisor durante la tesina. Gracias por haberme sabido llevar tan amablemente a buen puerto luego de todas las tormentas que tocó atravesar durante el invierno boreal. A Juan Carlos Cruz Suárez, que confió en mí desde el primer día de “spanska 1”, y que fue el que con su pasión por la literatura sembró en mí el germen de la gran escritora Luisa Valenzuela. A Claudio Tamburrini, por su testimonio y por la valentía en su manera de vivir la vida mirándola a los ojos.

En tercer lugar, agradezco a mi amigo psicólogo Pablo “Daniel” Giordana, por todas sus explicaciones psicoanalíticas que desde Argentina cruzaron el Atlántico para posarse sobre mi cabecita que insiste en hacerse la sueca. A Francisco Matorras, también psicólogo e incansable lector, que desde Boston armó el grupo de lectura de Luisa Valenzuela y que, además, compartió sus conocimientos adquiridos en el campo del trauma.

En cuarto lugar, a los doctorandos Azucena Castro —ahora doctora—, Gianfranco Selgas y Linnea Kjellsson, por enseñarme desde el ejemplo el valor de la perseverancia y por los consejos de “hermanos mayores” desde el primer momento. ¡Gracias por tanta generosidad!

Por último, al bibliotecario Olle Rodriguez-Åkerstedt, que me obsequió los secretos de la laberíntica Biblioteca Latinoamericana, a la profesora Débora Niborski Rottenberg por su paciencia, su escucha y sus lecturas y a la doctoranda Sofia Iaffa Nylén, por compartir la pasión por las escritoras latinoamericanas y, en especial, por Luisa Valenzuela. Gracias totales a las personas anónimas que me aguantaron hablando monotemáticamente de espacio y trauma a ambas orillas del océano.

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Índice

1 Introducción ... 1

1.1 Objetivo y justificación ... 2

1.2 Luisa Valenzuela: Datos bio-bibliográficos ... 4

1.3 Corpus de estudio ... 5

1.4 Contexto histórico ... 9

1.5 Hipótesis y preguntas de investigación ... 18

1.6 Metodología y disposición ... 18

2 Estado de la cuestión ... 19

2.1 Estudios dedicados al espacio en la narrativa de Luisa Valenzuela... 20

2.2 Estudios dedicados al trauma en la narrativa de Luisa Valenzuela ... 21

2.2.1 Estudios del trauma explícitos ... 21

2.2.2 Estudios del trauma implícitos ... 23

3 Marco teórico... 24

3.1 Teoría del espacio ... 25

3.1.1 Bachelard: la casa como refugio y la dialéctica de lo de dentro y lo de fuera ... 25

3.1.2 Pimentel: el espacio narrativo ... 28

3.2 Teoría del trauma ... 29

3.2.1 Perspectiva psiquiátrica ... 31

3.2.2 Perspectiva dinámica ... 32

3.2.3 Perspectiva estructuralista ... 32

4 Análisis ... 35

4.1 Representación del encierro en el espacio narrativo ... 35

4.1.1 “Aquí pasan cosas raras” ... 35

4.1.2 “Cambio de armas” ... 38

4.1.3 “De noche soy tu caballo” ... 42

4.1.4 “Cuarta versión” ... 44

4.1.5 Realidad nacional desde la cama ... 48

4.2 Representación del trauma ... 52

4.2.1 “Aquí pasan cosas raras” ... 52

4.2.2 “Cambio de armas” ... 53

4.2.3 “De noche soy tu caballo” ... 57

4.2.4 “Cuarta versión” ... 60

4.2.5 Realidad nacional desde la cama ... 64

4.3 Articulación entre espacio y trauma ... 70

4.3.1 Objetos del espacio narrativo que retratan el encierro ... 70

4.3.2 Articulación específica entre encierro y trauma ... 73

5 Conclusiones ... 76

Bibliografía... 79

Apéndice 1: Listado cronológico de la obra completa de Luisa Valenzuela ... 82

Apéndice 2: Lista de abreviaturas del corpus literario elegido ... 83

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1 Introducción

En su diario personal, escribe Piglia (2017): “[V]uelvo caminando por Corrientes1 como el que vive en

una ciudad ocupada por el ejército enemigo” (2017: 33). Miércoles 6 de julio de 1977, a un año y medio del último golpe militar que tuvo lugar en la República Argentina. El escritor argentino estaba recién llegado de su periplo de seis meses por Estados Unidos y se llevó una gran sorpresa al notar que las señalizaciones de la vía pública habían cambiado abruptamente en un lapso relativamente corto de tiempo. Por ejemplo, las paradas de colectivos —los ómnibus porteños— estaban ahora marcadas como “zonas de detención”, mensaje que subliminalmente ponía en palabras lo que estaba ocurriendo en cuanto a la desaparición forzada de personas y que la ceguera colectiva se negaba a creer. Consideramos esta pequeña anécdota como un punto de partida para pensar cuestiones relacionadas al objetivo general de disciplinamiento social, que fuera sistemáticamente implementado por el Estado dictatorial argentino, por ejemplo, a través de las transformaciones que se llevaron a cabo sobre el espacio público urbano y a las consecuencias que tales cambios tuvieron en la población civil.

En este trabajo nos centramos, puntualmente, en el contexto histórico conocido como Proceso de Reorganización Nacional, nominación elegida por los militares que, a pesar del maquillaje, no puede ocultar el hecho de que se trató de la última dictadura cívico-militar perpetrada en el país (1976-1983). La geografía de la metrópoli —empezando por lo simbólico— sufrió modificaciones. Pero no fueron solo cambios simbólicos, sino que se aplicaron políticas precisas destinadas al sometimiento de la población. La desaparición forzada de personas —consideradas “enemigos de la nación”— se volvió una práctica habitual, así como la apropiación ilegal de los hijos de estos detenidos-desaparecidos. De igual modo, la libre circulación por el espacio público también se vio gravemente limitada, lo cual se aprecia, por ejemplo, con la prohibición de reunirse en grupos de más de tres personas por las calles o en el toque de queda durante las noches. De pronto, pareciera que los espacios se fueran cerrando, que las sombras se hicieran más largas, que los silencios se apoderaran lentamente de la ciudad, generándose una atmósfera opresiva. “El silencio es salud”, recomendaba sarcásticamente una gran publicidad giratoria ubicada alrededor del Obelisco2, pronosticando veladamente lo que les ocurriría a

los grupos opositores de no desistir de sus propósitos.

1 Av. Corrientes: avenida de Buenos Aires unida en el imaginario colectivo porteño al mundo de la cultura, ya

que en su recorrido se sitúan multitud de librerías, teatros, cines y cafés —lugar de encuentro por excelencia de las elites culturales—.

2 El Obelisco es un monumento emblemático de Buenos Aires, en donde, por ejemplo, la gente se reúne a

celebrar los logros deportivos de la Selección Nacional de Fútbol, así como también oficia de lugar de encuentro frente a diversas manifestaciones de la vida política. La publicidad data del año 1974, momento previo al golpe de estado que vendría después, pero donde las prácticas de desaparición de personas, tortura y asesinato ya habían empezado a ser implementadas.

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Ahora bien, no fueron solo los espacios públicos los que se vieron afectados, sino que la dictadura poco a poco se fue entrometiendo también en los espacios privados. Las personas comienzan a sentir inseguridad dentro de sus propias casas, temor a que la policía o los militares ingresen en el interior de las viviendas bajo cualquier pretexto llevándoselas detenidas. En cierta medida, la división entre el espacio público y el espacio privado desaparece, o al menos se difumina, ya que ambos espacios se convierten, igualmente, en zonas de riesgo. Tanto la esfera pública —la calle— como la privada —la casa— se presentan como espacios amenazantes. De golpe, los vínculos interpersonales se cortan bruscamente y, como resultado, las personas solo atinan a buscar refugio en sus casas. Notamos que se van alterando los atributos de intimidad, de espacio controlado, propio, deviniendo en un espacio susceptible de ser vulnerado, con defensas escasas o deficientes respecto de eventuales amenazas. En consecuencia, en su intento por resguardarse frente al peligro exterior las personas “optan” por aislarse y terminan quedando encerradas.

Nuestra propuesta pone el foco, justamente, en intentar comprender, mediante el análisis del espacio narrativo, en qué medida el encierro —tanto el forzado como el inducido— afecta a los personajes y de qué forma esto se articula con el trauma: ¿De qué manera influye el encierro? ¿Cómo se ven modificados los espacios durante la dictadura, pudiendo llevar a las personas a sentirse encerradas incluso caminando por la ciudad? ¿Cómo las modificaciones operadas sobre el espacio producen también cambios en la población? Con el fin de dar respuesta a cuestiones de esta índole, indagaremos una selección de textos de la escritora argentina Luisa Valenzuela, ampliamente reconocida por haber dedicado una parte importante de su narrativa a la temática de las dictaduras, con la mirada puesta, principalmente, en el abuso sufrido por mujeres torturadas durante la última dictadura militar argentina. Nos interesa poder captar cómo el encierro y el trauma están representados en su obra para, mediante las conexiones entre la ficción literaria y la realidad, poder reflexionar acerca de uno de los acontecimientos traumáticos más grandes que tuvo lugar en el país, la llamada “guerra sucia”, una herida colectiva que aún no termina de cerrar.

1.1 Objetivo y justificación

Como apuntamos al comenzar esta introducción, la idea de este trabajo surge de un detalle que el escritor Piglia deja registrado en uno de sus diarios íntimos acerca del asombro que le causó la modificación en la nomenclatura de las paradas de buses de la época. Este pequeño cambio simbólico sobre el espacio urbano despertó nuestra curiosidad por la manera en que las dictaduras operan transformaciones precisas tanto sobre el espacio público como el privado, transformando ambos

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espacios con la intención de mantener a la sociedad controlada y sumisa.3 Esta investigación tiene

como objetivo general, mediante una doble perspectiva que conecte el espacio y el trauma —la manera en que son representados estos conceptos en el corpus seleccionado—, indagar acerca de cómo esos cambios implementados sobre el espacio por un Estado represivo influyen sobre la vida de los personajes, provocándoles graves problemas en su cotidianeidad que incluso pueden incrementarse hasta llegar a convertirse en traumas. El interés por esta temática creció a medida que nos fuimos adentrando en la idea de que durante las dictaduras el Ejército no solo ocupa y controla la calle — sinónimo del espacio público—, sino que ese ejército enemigo también se entromete en el espacio íntimo por excelencia que es la casa. No hemos encontrado trabajos críticos sobre Valenzuela que sigan esta doble perspectiva que articula espacio y trauma, por lo que entendemos que es en este cruce que radica lo novedoso de nuestra propuesta.

En relación con la teoría del espacio, pretendemos estudiar cómo están representados los espacios opresivos de la ciudad que, principalmente, tuvieron influencia sobre el sector militante sobre el que recayó el peso de la persecución, pero que, indirectamente, aquejaron a una gran parte de la sociedad. El foco principal estará puesto en la representación de lo espacial para tratar de dilucidar en qué medida el encierro tiene influencia o actúa sobre el trauma. Lo haremos desde un enfoque fenomenológico, utilizando las enseñanzas de Bachelard en relación con el concepto de casa y con la

dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera, una herramienta que nos va a permitir reflexionar tanto

acerca del espacio privado como del público. Para el análisis tendremos en consideración cómo el espacio narrativo es representado en las obras seleccionadas de Luisa Valenzuela, así como la influencia que ciertos objetos ostentan en ese espacio, en donde no es difícil apreciar la recién mencionada relación entre un adentro y un afuera. Además, nos valdremos de los modelos de análisis lógico-lingüístico y taxonómico propuestos por Luz Aurora Pimentel.

En relación con la teoría del trauma, estamos interesados en las representaciones que Luisa Valenzuela nos ofrece acerca de la tortura —tanto física como psíquica—, para intentar comprender de qué manera el clima de represión dictatorial lleva al aplastamiento de la subjetividad, concepto que será explicado en el apartado teórico correspondiente —3.2—. Nos centraremos, fundamentalmente, en las 3 Con respecto a este tema, recomendamos la lectura del artículo de Silva Hildago (2014), de la Universidad

Austral de Chile, que se ocupa desde los estudios de urbanismo de analizar varias intervenciones que tuvieron lugar sobre el espacio público en Santiago, como, por ejemplo, cambios en las nomenclaturas de calles, plazas, monumentos y diversos espacios de uso público. Además, analiza espacios políticos relevantes, como el edificio de La Moneda —que representaba el Chile republicano—, a través de los marcadores geosimbólicos propuestos por Bonnemaison: “El geosímbolo es un marcador especial, un signo en el espacio que refleja y forja una identidad […] marcan el territorio con símbolos que arraigan las iconologías en los espacios-lugares. Delimitan el territorio, lo animan, le confieren sentido y lo estructuran (Silva Hidalgo, 2014: 19). El autor explica que esta herramienta es utilizada como medio para subjetivar los espacios, ofreciéndoles la posibilidad de historicidad a través de las identidades que se les otorgan. Por último, dedica una parte de su trabajo al estudio de las residencias presidenciales —de Allende y de Pinochet—, que habían captado la atención de la sociedad chilena y habían pasado a formar parte del imaginario colectivo.

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enseñanzas de Freud y Pierre Janet, siendo que son los precursores de lo que más tarde se dio en llamar dentro de la crítica literaria como la teoría del trauma. También nos valdremos de estudios de otros autores contemporáneos que se dedicaron a esta problemática, como, por ejemplo, Cathy Caruth —impulsora a partir de los años noventa del siglo pasado de la teoría literaria del trauma— y Colette Soler —psicoanalista continuadora de la Escuela francesa de Lacan—. En cuanto a Freud, prestaremos especial atención a las enseñanzas vertidas en Más allá del principio del placer (1920), texto fundamental que sienta las bases de lo traumático —ver subapartado 3.2.3—. En relación con Janet, los conceptos de memoria narrativa y memoria traumática por él propuestos nos servirán de herramientas para pensar en qué medida el encierro y la tortura influyen sobre la psique humana —ver subapartado 3.2.2—.

Si bien por una cuestión de disposición presentaremos nuestro análisis enfocándonos en estos dos ejes por separado, proponemos que espacio y trauma son, en cierta medida, indisociables y, por lo tanto, dedicaremos además una sección propia —apartado 4.3— para pensar la articulación entre ambos ejes en simultáneo. Nuestro interés pasa por indagar acerca de cómo, a través de la implementación de modificaciones sobre el espacio privado y el público, el Estado dictatorial logró reducir las relaciones interpersonales, consiguiendo, de este modo, cumplir con su objetivo de disciplinamiento social. Teniendo esto en mente, prestaremos especial atención a los espacios clandestinos, especie de limbo creado por los militares en donde se mantuvo detenida gente por fuera de los circuitos de la ley: se trata de los detenidos-desaparecidos por la dictadura. Sin embargo, no dejaremos de considerar el espacio asfixiante de una ciudad donde el Ejército controlaba meticulosamente las calles. En definitiva, pretendemos ahondar en la influencia que estos espacios de encierro —en donde las personas no pocas veces quedan atrapadas— tienen a nivel traumático. Con tal fin, nos vamos a basar en las representaciones espaciales y del trauma dentro del corpus elegido dentro de la narrativa de Luisa Valenzuela.

1.2 Luisa Valenzuela: Datos bio-bibliográficos

Luisa Valenzuela nace en Buenos Aires el 26 de noviembre de 1938. Desde muy joven exhibe cualidades para la escritura, escribiendo artículos para diferentes periódicos y revistas e incluso publicando sus primeros relatos a corta edad. Se casa joven —a los veinte años—y se va a vivir a París, en donde escribe su primera novela —Hay que sonreír—, que será publicada unos años más tarde (1966) en la Argentina. En 1961, retorna al país, en donde trabaja en el reconocido periódico La

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La crítica no deja de resaltar su espíritu curioso y transgresor, que fue el que la ha llevado a lo largo de los años a intentar sacar a la luz esos acontecimientos que con frecuencia la historia se empecina en ocultar. Gracias a su profesión como periodista vive una vida cosmopolita, lo que le permite desplazarse, prácticamente, por todos los países de Latinoamérica. También imparte talleres de escritura y conferencias tanto en Europa como en Estados Unidos. Asimismo, se hace acreedora de varias becas, entre las que cabe destacar la del Fondo Nacional de las Artes, la Guggenheim y la del Programa Internacional de Escritores en Iowa City —Fulbright—. Como remarca Francisca Noguerol (2003), es una mujer implicada en su momento histórico y que está al tanto de las últimas teorías literarias: feminismo, Foucault, Grupo Tel Quel, por mencionar algunas.

Su novela Como en la guerra (1977) es censurada durante la época del Proceso de Reorganización Nacional. El libro de cuentos Cambio de armas lo escribe durante la dictadura estando en el país, aunque recién será publicado en 1982 en Estados Unidos. Vive diez años exiliada en Nueva York, desde donde regresa a Buenos Aires en 1989 para establecer su residencia definitiva. Novela negra

con argentinos (1990) y Realidad nacional desde la cama (1990) ilustran, en cierta manera, su época

en el extranjero. Su obra es traducida a numerosos idiomas: italiano, portugués, francés, alemán, inglés, serbio, holandés, entre otros, y se compone de varias novelas, libros de cuentos, microrrelatos y ensayos, según plasmaremos en el apéndice 1, en donde se presentará, en orden cronológico, el listado con la obra completa de Luisa Valenzuela.

1.3 Corpus de estudio

El contexto histórico en el que centramos nuestra atención, como desarrollaremos en la sección siguiente —apartado 1.4—, es el de la última dictadura cívico-militar que tuvo lugar en la República Argentina, conocida como Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). Lo trabajaremos valiéndonos de la ficción de la escritora Luisa Valenzuela, habiendo elegido para llevar a cabo nuestro análisis cuatro cuentos y una novela, a saber: “Aquí pasan cosas raras” —APCR en adelante—, “Cambio de armas” —CA en adelante—, “De noche soy tu caballo” —DNSC en adelante—, “Cuarta

versión” —CV en adelante— y Realidad nacional desde la cama —RNC en adelante—.4 Cabe aclarar

que hemos seleccionado las obras considerando lo que denominaremos período de dictadura ampliada, es decir, desde 1973 hasta 1989, ya que estamos interesados no solamente en poder abarcar la dictadura propiamente dicha, sino también en los tumultuosos años previos al golpe y en los años

4 Los cuatro cuentos están incluidos en el libro Cuentos completos y uno más (2003), siendo la novela un libro

independiente. Incluiremos al final del trabajo el apéndice 2, en donde se ofrece al lector una lista con las abreviaturas correspondientes a cada uno de los cuentos y a la novela.

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posteriores, cuando la reanudación de la participación ciudadana, que como veremos no estuvieron exentos de levantamientos militares.

Nuestra elección del corpus surge luego de haber puesto en consideración varios motivos. En primer lugar, nos convence la manera original con que Luisa Valenzuela retrata la atmósfera dictatorial de aquellos años, mostrando un conocimiento pormenorizado de las situaciones violentas que estaban sucediendo en el país, lo que en su obra se percibe en la forma en que trabaja los espacios asfixiantes de la ciudad como también los espacios clandestinos, en donde, subrepticiamente, se practicaba la tortura sobre las personas. Con respecto a este último punto, Luisa Valenzuela echa luz sobre tales procedimientos en varias de sus obras, como, por ejemplo, CA, DNSC y RNC, a través de las representaciones ofrecidas en donde se puede apreciar el maltrato psicológico o, directamente, la tortura física sobre la mujer.

En segundo lugar, se torna relevante que Luisa Valenzuela escribió la mayoría de las obras seleccionadas5 durante la dictadura y estando en el país —aunque fueran publicadas luego—, lo que la

diferencia de otros autores que presentaron sus propuestas estéticas desde el exilio. Como lo entendemos, las condiciones en la que un escritor produce su obra afectarán el resultado final de dicho objeto artístico: es más fácil escribir abiertamente criticando a la dictadura cuando uno está a salvo y no corre peligro la propia vida. Entonces, por el realismo que Valenzuela imprime a sus cuentos y por animarse a contar el horror desde adentro es que nos interesamos en su ficción.

En tercer lugar, Valenzuela nos da la posibilidad de enfocarnos en el trauma en el momento mismo en que se produce, es decir, nos permite acceder al presente de los personajes cuando todavía no tienen elaborado lo ocurrido, ya que aún les está sucediendo, lo que además nos permite ver la influencia que ejerce lo espacial in situ. A través de sus relatos uno puede acceder al aquí y ahora de la época, a la primera generación, a diferencia de otras propuestas que eligen para su análisis trabajar con textos escritos con posterioridad a la dictadura, argumentando que tanto los escritores como sus personajes de ficción han transitado el período de latencia necesario para empezar a elaborar el trauma, o sea, han comenzado a realizar el duelo. Dichas propuestas eligen la distancia con los acontecimientos como una vía de acceso desde el afuera, poniendo el foco en personajes que están en vías de recuperación o al menos intentándolo o, también, en familiares de aquellos que quieren interiorizarse en la historia familiar. En cambio, nuestra pretensión es trabajar con personajes que aún no llegan a una comprensión cabal de lo que les ha ocurrido, por estar en cierta manera todavía en estado de shock.

5 Salvo APCR, escrito un año antes del golpe y que luego sería censurado durante el gobierno dictatorial y RNC,

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Por último, nos interesamos en las obras de Luisa Valenzuela que nos permitan trabajar, simultáneamente, los dos enfoques que atañen a este trabajo, a saber: espacio y trauma. Hemos dejado de lado algunos cuentos de la escritora de gran utilidad a la hora de analizar las amenazas sobre el espacio urbano producto de las modificaciones dictatoriales debido a que no permitían ver al mismo tiempo la psique de los personajes. Presentaremos algunos ejemplos que ilustran este punto luego de una mención general a cada una de las obras que decantaron como parte de nuestro corpus.

Comenzaremos con el relato APCR, que da nombre al libro de cuentos homónimo y que fue publicado por primera vez en 1975, en el cual se muestra cómo en los años previos a la dictadura ya era posible percibir el clima amenazante de opresión que luego se convertiría en característico del espacio público de la ciudad. Estamos hablando del gobierno de María Estela Martínez de Perón (1974-1976) y las constantes amenazas de los grupos parapoliciales. Luego, utilizaremos tres cuentos que forman parte del libro Cambio de armas (1982): CA, DNSC y CV. Vamos a empezar con el que da nombre al libro, es decir, CA, que trata de una guerrillera que sufre de amnesia y que vive sin saberlo en un falso matrimonio con su captor, que en realidad la tiene vigilada entre las cuatro paredes de una casa-prisión. Seguidamente nos ocuparemos de DNSC, que tiene lugar en un departamento en donde una mujer enamorada espera a su compañero de lucha, el cual furtivamente la visita por la noche para otra vez volver a desaparecer. A continuación, trabajaremos CV, cuento que se ocupa de la relación entre Bella y un embajador que ayuda a activistas políticos a encontrar un salvoconducto para poder salir del país. También se encarga de demostrar lo dificultoso que es poner en palabras ciertas historias del horror. Por último, analizaremos la novela RNC (1990), la cual vamos a leer como una continuación del cuento CA, ya que encontramos similitudes significativas entre las protagonistas, como si el personaje de la novela se tratara de la mismísima Laura —protagonista del cuento—, pero diez años después, a su vuelta del exilio en Nueva York. La novela visibiliza los problemas de adaptación que la mujer tiene a su regreso, como si su propio país fuera lo extranjero y un lugar en donde no sabe —ni puede— manejarse.

Con respecto a la novela, queremos aclarar que, a pesar de que la diégesis no transcurre durante la dictadura —período en el que se enfoca nuestro trabajo—, sino que está situada en la etapa final del gobierno democrático de Raúl Alfonsín (1983-1989), motivamos incluirla debido a que en ella aparecen representados los reiterados intentos golpistas de una fracción disidente del Ejército —los Carapintadas— sobre la recientemente recuperada democracia —lo que se desarrollará en el próximo apartado—. Asimismo, también se da cuenta de la inestabilidad económica que se vivía en el país — hiperinflación—, lo que nos va a permitir seguir profundizando en los estudios de lo espacial y el trauma, así como en las heridas aún no cicatrizadas de una sociedad en la que se pretende imponer el olvido sobre la memoria.

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Antes de terminar este apartado, vamos a presentar algunos fragmentos de cuentos, pertenecientes a la ficción de Luisa Valenzuela,6 que nos parecen ilustrativos de la atmósfera de disciplinamiento social

implementada por el Estado Terrorista a través de la apropiación del espacio privado y público. Como dijimos anteriormente, los hemos dejado de lado por no permitirnos un análisis conjunto con la perspectiva del trauma, pero consideramos necesario dejar constancia de ellos como un material complementario para ilustrar lo que ocurría en las calles por aquellos días. Primero, en el cuento “Ceremonias de rechazo” —CR, perteneciente a Cambio de armas (1982)—, que se centra en la relación entre Amanda y el Coyote —un hombre que trabaja, según puede deducirse, dentro de las fuerzas paramilitares—, aparece representada la calle como lugar opresivo: “Amanda camina a marcha forzada atravesando calles, plazas, parques, descampados, cuidando de conservar un aire lo menos sospechoso posible. Avanza con la sensación de estar cometiendo un acto subversivo simplemente por querer ir hasta el río a tirar esa rosa muerta para alejar de sí la mala suerte” (CR, 192). Esa rosa, ahora marchita, se la había regalado el Coyote durante una de sus peleas de pareja a modo de reconciliación, iniciativa que no prosperó ya que Amanda optó por la separación. Mientras camina por la ciudad, la protagonista piensa para sus adentros acerca de qué irónico sería su final si terminara en la cárcel acusada de portar una rosa, lo que da la pauta al lector de que en tiempos de dictadura cualquier objeto podía ser considerado un arma.

Segundo, el cuento “La historia de papito” —LHP, incluido en Donde viven las águilas (1983)— muestra un operativo llevado a cabo por efectivos policiales: “[A]brí hijo e´puta […] Tiramos la puerta abajo, gritaban. Entregáte que tenemos rodeada la manzana” (LHP: 255). Esta amenaza no iba dirigida a Julio, el protagonista, sino a su vecino de al lado en el edificio. Más adelante dice Julio: “Empiezo a toser porque también a mi departamento están entrando los gases lacrimógenos […] Abro la ventana. Es verdad que estás rodeado, papito: montones de policías y un carro de asalto. Todo para vos y vos tan solo” (LHP: 256). En este punto, disentimos del comentario de Julio, ya que el operativo no estaba destinado solo para detener a “papito”, sino que tenía como fin, también, amedrentar al resto del vecindario. En el apartado siguiente —dedicado al contexto histórico—, se describirá la manera en que se realizaban los operativos en la ciudad y cuál era el objetivo general que los militares perseguían al montar un desfile tan desmedido de la fuerza.

Tercero, en “El lugar de su quietud” —ELSQ, en el volumen Aquí pasan cosas raras (1975)—, se aprecia retratado con claridad el clima represivo de los momentos previos al Golpe de 1976: “[N]o hay motivo aparente de pánico, sólo los consabidos tiroteos, alguna que otra razzia policial, los patrullajes de siempre […] ya las sirenas de los coches policiales parecen ulular del viento, con idéntico sonido e idéntico poder de destrucción” (ELSQ: 465). También: “No hay nada que temer. La escalada de

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violencia sólo alcanza a los que la buscan, no a nosotros humildes ciudadanos que no nos permitimos ni una muesca de disgusto ni la menor señal de descontento” (ELSQ: 467). Además, recortamos: “Nuestra vida es tranquila. De vez en cuando desaparece un amigo, sí, o matan a los vecinos o un compañero de colegio de nuestros hijos” (ELSQ: 469). Esta última cita demuestra que ya se venía aplicando la desaparición forzada de personas como método. Al final del cuento, aparecen dos citas muy significativas que queremos destacar: “Mientras tanto las persecuciones se vuelven cada vez más insidiosas. No se puede estar en la calle sin ver a los uniformados cometiendo todo tipo de infracciones por el solo placer de reírse de quienes deben acatar las leyes” (ELSQ: 472). Y: “Yo, cada vez más calladita, sigo anotando todo esto aun a grandes rasgos (¡grandes riesgos!) porque es la única forma de libertad que nos queda” (ELSQ: 472). Vemos a través de estos fragmentos que la represión sobre el espacio público, con el objetivo de disciplinar, genera que la gente se vaya encerrando para sus adentros, lo cual en el caso de la protagonista del cuento no implica que vaya a abandonar su anhelo de lucha.

Por último, el cuento “Los mejor calzados” —LMC, que también forma parte de Aquí pasan cosas

raras (1975)— se encarga de evidenciar, por medio de la ironía, el tema de las desapariciones

forzadas, llamando la atención sobre el hecho de que los mendigos de la ciudad de Buenos Aires pueden presumir de ser los mejor calzados del mundo. El lector se estará preguntando cómo es esto posible, una duda que la narradora se encargará de responder sin perder el tiempo, resaltando que hay una sobreabundancia de calzados abandonados: “Invasión de mendigos pero queda un consuelo: a ninguno le faltan zapatos, zapatos sobran. Eso sí, en ciertas oportunidades hay que quitárselo a alguna pierna descuartizada que se encuentra entre los matorrales” (LMC: 397). A través del humor negro, ya que los mendigos armaban puestitos improvisados de venta de calzados para venderle a los familiares de los desaparecidos, Luisa Valenzuela trabaja el horror que se respiraba en las ciudades: “Los zapatos son lo único que pueden enterrar, los pobres, porque claro, jamás les permitirán llevarse el cuerpo” (LMC: 397).

1.4 Contexto histórico

El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas se levantaron contra el debilitado gobierno de María Estela Martínez de Perón, instaurando el período que se autodenominó como Proceso de Reorganización Nacional, que abarcó desde 1976 hasta 1983. En este apartado se intentará establecer, de manera sintética y cronológica, los sucesos relevantes de dicho período para ubicar al lector en el contexto histórico que es de interés para nuestro estudio. Además de ocuparnos del Proceso propiamente dicho, tendremos en cuenta los años anteriores (1973-1976) y los años posteriores al golpe (1983-1989), con el retorno de la democracia. Consideramos necesario un conocimiento general

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del contexto histórico y social de este período en particular (1973-1989), ya que el acceso a los años tumultuosos que desembocaron en la dictadura más sangrienta de la historia argentina como también al período de transición hasta el restablecimiento democrático, le permitirá al lector obtener una visión abarcativa de los hechos, lo que a su vez otorgará más matices a la hora de analizar la dictadura. Asimismo, será de utilidad como una herramienta adicional para entender de mejor manera los textos elegidos como corpus de análisis. Las fuentes historiográficas utilizadas para tal acercamiento serán: Eduardo Luis Duhalde (2013 [1983]), Pilar Calveiro (2004 y 2005), María Sáenz Quesada (1993) y el

informe de la CONADEP7, conocido como Nunca Más (1984).

Período 1973-1976

El 23 de septiembre de 1973, con el 61 por ciento del electorado, Juan Domingo Perón accede a su tercer mandato presidencial, acompañado por su segunda esposa como vicepresidenta —fórmula Perón–Perón—, después de haber estado proscripto en el país —tanto él como el peronismo— durante dieciocho años. El clima sociopolítico de la Argentina a comienzos de la década del setenta del siglo pasado se presentaba agitado, luego de los siete años de dictadura de lo que se denominó Estado Burocrático Autoritario (1966-1973), en el que las Fuerzas Armadas se centraron en la lucha antisubversiva contra el enemigo interno. La violencia estaba a flor de piel, tanto de la mano del gobierno militar represivo como de las organizaciones subversivas armadas. Como muestra Duhalde (2013 [1983]), la política de terror paraestatal comienza por esos años, con “la utilización sistemática de explosivos, de inequívoco origen policial, contra domicilios opositores” (2013 [1983]: 265). En este contexto violento, Perón aparecía como la única alternativa posible de pacificación social: “Muy pocos argentinos, fueran empresarios, rentistas o asalariados, jóvenes, viejos o maduros […] escapaban a principios de 1973 al magnetismo de Perón, a esa incierta promesa de que su retorno […] solucionaría los grandes problemas pendientes, devolvería al país la prosperidad perdida, e incluso, un lugar de privilegio en el mundo” (Sáenz Quesada, 1993: 39).

A poco de haber accedido al poder, se hizo evidente que Perón no podría conformar a todos los sectores heterogéneos de su movimiento y, a partir de allí, su gobierno tomó un giro a la derecha, generando una ruptura con las juventudes peronistas radicalizadas. A finales del año 1973 se produce una escalada de violencia. Nace en esta época la Triple A8 que, como menciona Sáenz Quesada

(1993), era un grupo parapolicial que respondía al gobierno y que se encargaba de intimidar mediante interrogatorios, bombas, asesinatos y otras amenazas (1993: 62-64). Duhalde (2013 [1983]) nos informa que “[l]a integran oficiales de las Fuerzas Armadas y policiales en actividad, ex policías dados de baja por sus antecedentes delictivos, delincuentes de frondoso pasado, matones sindicales […]

7 CONADEP: Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. 8 Triple A: Alianza Anticomunista Argentina.

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sectores juveniles del peronismo fascista” (2013 [1983]: 265). Perón, cuya salud estaba deteriorada incluso antes de retornar al país, alcanzaría a gobernar solo durante nueve meses. A su muerte, asume la presidencia su esposa, María Estela Martínez de Perón, acompañada de cerca por la figura del secretario personal de Perón, José López Rega. Entre 1974 y 1975 continuaron las disputas entre la extrema izquierda y la extrema derecha. La primera, encarnada en las dos grandes organizaciones guerrilleras de la Argentina: el Ejército Revolucionario del pueblo —ERP— y Montoneros y, la segunda, por las Fuerzas Armadas y sus aliados estratégicos.

Calveiro (2005) plantea que se dio la imposición de una lógica binaria que era funcional a ambas facciones: “[T]anto la guerrilla […] como las Fuerzas Armadas, por distintas razones, coincidían en la necesidad del golpe. Mientras que para estas últimas se trataba de exterminar a un enemigo común que las amenazaba, para la guerrilla […] el golpe sería favorable […] porque despejaría el panorama trazando una clara delimitación entre dos campos: amigos y enemigos” (2005: 104). A partir de esta lógica binaria será que luego se hablará de la “teoría de los dos demonios”.9 Según Sáenz Quesada

(1993), “«[a]gudizar las contradicciones del sistema» era el proyecto de la militancia de ultraizquierda. Por su parte, la respuesta de la ultraderecha quedaba a cargo de la organización clandestina Triple A, que operaba con apoyo del Ministerio de Bienestar Social, y de la que formaban parte oficiales de policía retirados, suboficiales del Ejército y guardaespaldas” (1993: 69). Nos interesa resaltar en este punto que la desaparición de personas comienza ya durante estos años previos a la dictadura, algo que luego se volverá una metodología sistemática. Calveiro (2005) nos dice que la Triple A, “[e]n su carácter de grupo paramilitar, se dedicó al asesinato de toda militancia de izquierda que tuviera una actividad política pública, aunque no estuviera directamente vinculada con las organizaciones guerrilleras” (2005: 136-137).

Período 1976-1983

Como mencionamos, el derrocamiento del Gobierno de María Estela Martínez de Perón se produce el 24 de marzo de 1976. Según Sáenz Quesada (1993), la noticia no fue una sorpresa para nadie ya que la idea del golpe contra un Estado al que se consideraba como incapaz —no habiendo podido contener

9 Como explica Duhalde (2013 [1983]), varias veces a lo largo de la historia de Argentina se dio una falsa

polarización entre dos sectores, pero en este caso en particular el autor rechaza de plano esta teoría de los dos demonios, mediante la cual se intenta equiparar la violencia producto del Estado Terrorista con la perpetrada por los grupos guerrilleros, “en tanto no hay simetría posible entre el abandono de sus deberes éticos, humanitarios y jurídicos y la adopción de una política terrorista de exterminio masivo por parte del Estado, con el comportamiento de ningún grupo particular, por violento y numeroso que este sea” (Duhalde, 2013 [1983]: 201). Desde esta posición, no es posible aceptar que se trató de una guerra entre los militares y los grupos subversivos. Dicha manera de analizar la realidad caló hondo en la sociedad, al punto que en el propio prólogo del informe Nunca más de la CONADEP se lee: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países” (1984: 7).

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las huelgas generalizadas ni los atentados constantes de la guerrilla, sumado a la deteriorada economía del país— se venía gestando desde varios meses antes (1993: 80-91). Calveiro (2005) agrega que “[e]l Proceso de Reorganización Nacional se realizó con el acuerdo activo y unánime de las tres fuerzas, por primera vez en la historia de los golpes militares […] El peronismo […] había hecho su prueba y había fracasado también. La Argentina parecía no tener ya cartas para jugar” (2005: 67). La junta militar quedó conformada por Jorge Rafael Videla —del Ejército—, Eduardo Emilio Massera —de la Armada— y Orlando Ramón Agosti —de la Fuerza Aérea—, atribuyéndose Videla el cargo de presidente de facto de la Nación.

De manera instantánea, se cancelaron todos los derechos constitucionales y se instaló en el país un clima represivo generalizado. Sáenz Quesada (1993) afirma que “[e]n los primeros días de la dictadura se impusieron restricciones a la circulación de personas […], el derecho a huelga y cualquier otra manifestación de protesta […] La sociedad se replegaba sobre sí misma. La gente opinaba poco, convencida de que la vida privada es el refugio más seguro” (1993: 94). Los medios de comunicación también fueron intervenidos, no había lugar para la disidencia. Por su parte, Duhalde (2013 [1983]) resalta que el Proceso de Reorganización Nacional se diferencia de los anteriores golpes de Estado — de 1930, de 1943, de 1955 y de 1966—, ya que sus antecesores se presentaban como una solución a una crisis política específica y con carácter transitorio, no pretendiendo modificar las estructuras del Estado. Por el contrario, el golpe de 1976 fue “un cambio cualitativo y profundo en la propia concepción del Estado” (2013 [1983]: 18). Según propone el autor, se instauró un Estado Terrorista, que es a su vez público y clandestino. Es decir, un nuevo Estado que se diferencia de los anteriores Estados de excepción, que se vale de la modificación autoritaria de las leyes y que utiliza el terror como metodología: “Se trata de institucionalizar con carácter permanente las formas más aberrantes de la actividad represiva ilegal” (Duhalde, 2013 [1983]: 250).

En uno de los capítulos de su libro, Calveiro (2005) nos explica que la amenaza implícita por parte del Estado represor abarcaba a toda la sociedad: “Las Fuerzas Armadas […] asumieron el disciplinamiento de la sociedad, para modelarla a su imagen y semejanza. Pero esto no fue suficiente y en 1976 necesitaron algo más que un cuartel ordenado: necesitaron un cuerpo social dócil y aterrado” (2005: 75). La autora nos informa que este objetivo de disciplinamiento y obediencia se logra a través de la inscripción del miedo sobre el cuerpo, es decir, mediante la tortura, que era algo que se venía practicando, básicamente, desde el comienzo de la República, pero nunca llevado a tales extremos. El objetivo principal del Proceso estuvo dirigido —según los dichos de los propios militares— a la lucha contra la subversión, período que se conoce como “la guerra sucia”. Para destruir a la guerrilla armada aplicaron técnicas de represión extremas, valiéndose para tal fin de fuerzas de seguridad clandestinas. Dice Calveiro (2004): “Ahora sí, producirían todos los cambios necesarios para hacer de la Argentina

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campos de concentración fueron el quirófano donde se llevó a cabo dicha cirugía” (2004: 11). Se buscaba crear una sociedad nueva a partir del orden, el control y el miedo.

Como explica Sáenz Quesada (1993), el Proceso obtuvo rápidos logros en cuanto a la lucha antiguerrillera —destruyeron todos los campamentos guerrilleros del ERP, en Tucumán y capturaron a toda su cúpula, por ejemplo—. Con respecto a la guerrilla urbana, les llevó más tiempo, pero al cabo de dos años los atentados con bombas habían casi desaparecido: “Al promediar el año 1978 las bases del régimen militar parecían inconmovibles: la guerrilla había sido aniquilada, reinaba una severa disciplina social y la política económica buscaba estabilidad y el progreso a través de la integración del país a las reglas del comercio y de las finanzas internacionales” (Sáenz Quesada, 1993: 129). El Mundial de Fútbol de ese año realizado en el país se utilizó como pantalla para ocultar las graves violaciones a los Derechos Humanos que estaban teniendo lugar. El gobierno militar minimizaba las informaciones que iban saliendo a la luz, considerando que se trataba de una campaña internacional en contra de la Nación. El slogan que rezaba: “Los argentinos somos Derechos y Humanos” inundó las calles, con calcomanías en automóviles y negocios. Como plantea Duhalde (2013 [1983]), el Estado Terrorista debía aparecer de manera pública y frente al mundo “como respetuoso de los derechos fundamentales. Sin embargo, al interior de las fronteras nacionales debía estructurar su faz clandestina con la desaparición forzada como método y con los «grupos de tareas» operando a través de los centros clandestinos de detención y exterminio” (2013 [1983]): 19).

Como se aprecia en los testimonios del informe Nunca más, en los campos clandestinos de detención de todo el país se practicó de manera sistemática una tortura cruenta, llevada a cabo de múltiples maneras, a saber: picana eléctrica, encierro en celdas aisladas, violaciones, aplicación de la técnica del “submarino” seco y húmedo,10 simulacros de fusilamiento, suspensión en el aire desde un helicóptero

amenazando a las personas con dejarlas caer e incluso llevando a cabo dicha acción,11 etc. Los

detenidos no solo estaban incomunicados, sino que además se les vendaba los ojos —“tabicado”12— y

llevaban las manos atadas. En un testimonio del informe puede leerse: “El trato habitual de los torturadores y guardias con nosotros era el de considerarnos menos que siervos. Éramos como cosas […] inútiles. Y molestas” (Nunca más, 1984: 31). Asimismo, se dejaban de utilizar los nombres

10 Las técnicas del submarino seco y húmedo consistían en llevar a las víctimas al borde de la asfixia,

introduciendo su cabeza en una bolsa de plástico y en un balde de agua, respectivamente.

11 Esto se ve representado en el cuento DNSC, en donde el amante de Chiquita fue uno de los desaparecidos

víctima de los “vuelos de la muerte”.

12 Tabicamiento: “El secuestrado arribaba encapuchado […], situación en la que permanecería durante toda su

estadía en el lugar. Ello perseguía hacerle perder la noción de espacio, con lo que se lo privaba no solamente del mundo exterior al «Pozo» sino también de toda externidad inmediata, más allá de su propio cuerpo” (Nunca

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propios; se les asignaba a los prisioneros un número a partir del cual empezarían a ser identificados.13

En este momento, consideramos pertinente presentar a modo ilustrativo algunos fragmentos del testimonio ofrecido en el libro Pase Libre: la fuga de la Mansión Seré (2005) —en adelante PL— por Claudio Tamburrini, detenido-desaparecido que logró escapar de su confinamiento clandestino y que luego se exilió en Suecia.

Durante una sesión de picana eléctrica, vemos cómo este método intenta quebrar anímicamente al sujeto, ablandarlo: “Siento un pánico incontrolable. Grito de manera desaforada al ser picaneado y, al interrumpirse la tortura, comienzo a llorar desconsoladamente. Noto que eso les provoca irritación, pero no puedo controlarme. El miedo decide por mí” (PL: 25). Más adelante, acerca de la percepción del tiempo, dice: “El tiempo de los habitantes de la casa marchaba a un ritmo distinto al del mundo exterior. Esa percepción acentuó mi sensación de impotencia. Sentí que ingresaba a una nueva dimensión temporal, en donde mi vida anterior se convertía en un recuerdo difuso y doloroso” (PL: 31). Un día como otro cualquiera —todos los días eran iguales— un guardia les grita a los prisioneros de esa habitación: “Tienen que tener en claro que el mundo de afuera ya no existe para ustedes. Éste es un mundo subterráneo, oculto, sin leyes ni protección de ninguna especie […] Han caído en una fosa en donde ya no son personas. La libertad se la van a tener que ganar contando todo lo que saben” (PL: 37). Otro guardia los espeta: “Tenés que pensar bien, a lo mejor se te ha pasado algo por alto […] Nosotros entendemos que ésta es una situación dura y que la gente reacciona negando. Creen que así la van a sacar más barata. Pero no es así: cuanto más niegan, más se entierran” (PL: 47). También: “[N]o nos da placer ver sufrir a la gente. Pero tenemos que combatir a la subversión, por el bien de la Patria” (PL: 48). Por último: “Terminan entonces de desatarme, me ponen boca abajo y […] me introducen luego un objeto duro y frío, aparentemente de metal, en el ano […] El objeto metálico hace de elemento conductor. La electricidad me sube por los intestinos […] Tengo la sensación de estar a punto de reventar por dentro” (PL: 52).

Se percibe en estos testimonios el constante proceso de deshumanización ejercido sobre los prisioneros, los cuales fueron sometidos, permanentemente, a torturas físicas y psíquicas como las expuestas. Asimismo, Duhalde (2013 [1983]) agrega que no se respetó ni siquiera el derecho a una muerte digna ni al rito posterior del entierro con la posibilidad para los familiares de hacer el duelo. Se buscó con las desapariciones tranquilizar las malas conciencias de los victimarios: “[S]i no hay cuerpo, no hay víctima y, por ende, no hay crimen” (Duhalde, 2013 [1983]): 89). La dictadura dejó como resultado 30000 detenidos-desaparecidos, 200000 exiliados y más de 200000 personas despedidas de sus empleos por considerárselos “vinculados a la delincuencia subversiva” (Duhalde, 2013 [1983]: 17-13 En el informe de la CONADEP encontramos: “Esta mecánica obedecía, además de constituir una forma más

de hacer perder la identidad al secuestrado, a la necesidad de que nadie —aun guardias o carceleros— conociera la identidad del prisionero, para evitar que trascendiera al exterior el nombre de los cautivos” (Nunca

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18). También hubo apropiación ilegal de niños, hijos de los detenidos-desaparecidos, la mayoría de los cuales nacieron en cautiverio. Se estima que fueron un total de 400 niños.

Cabe mencionar en este punto que el golpe no fue fruto de una política casual e improvisada, sino más bien de un plan político minuciosamente planeado y ejecutado al detalle, y que debe entenderse en relación con la política exterior de los Estados Unidos y su interés por la región —recordemos que las Fuerzas Armadas fueron educadas en ideología represiva en contrainsurgencia en la Escuela del Ejército de las Américas, dirigida por el país del norte—. Además de la responsabilidad de los militares, es necesario hacer hincapié en la complicidad civil, de allí que también se mencione al Proceso como dictadura cívico-militar: “Se estructuraba el bloque civil de las fracciones hegemónicas del capital, dispuestas a comandar la reconversión de la crisis y ajustar el modelo económico y social, sobre la base de un genocidio ya planificado” (Duhalde, 2013 [1983]: 99). El golpe contó con el visto bueno de un sector de la Iglesia Católica y del empresariado, la oligarquía, un sector del sindicalismo peronista, los medios de comunicación, embajadores cómplices y partidos políticos de la oposición. Martínez de Hoz, ministro de Economía durante gran parte de la dictadura, se encargó de desmantelar el Estado, de eliminar los controles de precios, de congelar salarios, de devaluar la moneda, generándose un crecimiento geométrico de la pobreza, con el objetivo de fondo de imponer un modelo económico dependiente. Duhalde (2013 [1983]) va más allá y propone una inversión de los términos: “[L]a decisión e implementación de los golpes de Estado —y especialmente el de 1976— fue obra de las fracciones hegemónicas del bloque dominante en la sociedad, en consonancia con el aparato militar del Estado” (2013 [1983]: 111).

Al igual que el Mundial de Fútbol, la Guerra de Malvinas en 1982 también se utilizó políticamente como una manera de tapar las atrocidades cometidas y repuntar la alicaída popularidad del régimen: “A partir de entonces se desencadenaría un proceso político que en 16 meses más llevaría a la celebración de los comicios generales libres. Porque el conflicto con Gran Bretaña resultó un boomerang que hirió de muerte al régimen militar en lugar de salvarlo como éste había esperado” (Sáenz Quesada, 1993: 165). Siguiendo el razonamiento de Sáenz Quesada, los problemas que se le presentaron a las Fuerzas Armadas a causa de haber perdido la guerra fueron insuperables. Por un lado, surgieron cuestionamientos internos entre las tres fuerzas, que se culpaban entre sí por el mal desempeño durante la contienda militar. Por el otro, de a poco la actividad política se fue despertando de su letargo, lo que se hizo visible en manifestaciones civiles espontáneas que tuvieron lugar en la Plaza de Mayo, en Asambleas en donde la gente que se juntaba a discutir la situación del país y en artículos críticos sobre la conducción castrense que empezaron a ocupar más y más lugar en la prensa. El presidente de facto de ese entonces, Galtieri, fue dejado solo por la cúpula militar y se vio obligado a renunciar. Entonces, de manera unilateral, el 1° de julio de 1982 el Ejército designó como presidente al general Bignone, el cual no fue aceptado por el resto de las fuerzas —ni por la Armada ni por la

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Fuerza Aérea, las cuales se retiran de la Junta— y que será el último presidente de facto del Proceso de Reorganización Nacional (Sáenz Quesada, 1993: 165-175). De este modo, comienza el período de transición hacia la democracia.

A través de la lectura de Sáenz Quesada (1993) se comprende que, si bien no hubo una necesidad de pactar la transición —la derrota militar en Malvinas precipitó el fracaso de los militares—, tampoco puede decirse que se trató de una transición fácil. Bignone debió ocuparse de “resolver el problema del aislamiento internacional en que quedó el país al finalizar la guerra, […] atender la crisis económica […], mediar en el forcejeo de los sectores gremiales y empresarios […], y sobre todo, impedir que se difundieran los datos de lo ocurrido durante la guerra sucia” (Sáenz Quesada, 1993: 177). Como mencionamos en el párrafo anterior, la sociedad comenzó a involucrarse cada vez más en los asuntos del ámbito público y, por lo tanto, se interesó en saber qué había ocurrido durante los años oscuros de la dictadura. En ese momento, se comenzó a investigar y a denunciar lo acontecido con los desaparecidos. El horror ocurrido tomaba estado público, era ya imposible para los militares controlar la circulación de la información: “En octubre del ´82, proliferaron denuncias sobre la existencia de centenares de tumbas NN en cementerios del conurbano bonaerense…” (Sáenz Quesada, 1993: 184). Por su parte, el objetivo de los militares era acordar el traspaso con el futuro gobierno con la intención de no ser juzgados. Sin embargo, los partidos políticos tradicionales —radicales y peronistas—, que no se hubieran podido imaginar previamente una sucesión tan rápida, se mostraban desconcertados y aún no preparados para presentar una propuesta propia.

En diciembre de 1982 hubo una marcha civil masiva —en la que participaron cien mil personas—en defensa de la democracia, después de que los militares presentaran una primera propuesta inadmisible de concertación con los partidos, por medio de la cual intentaban negociar cómo serían tratados los asuntos de su interés, a saber: la lucha contra el terrorismo, los desaparecidos, el plan económico, la deuda externa, el conflicto del Beagle, etc. Luego presentarían dos propuestas más que también serían denegadas (Sáenz Quesada, 1993: 177-195). Por todo lo expuesto, se puede afirmar que no se produce un pacto propiamente dicho, aunque sí terminará ocurriendo un pacto postergado, cuando el gobierno democrático posterior, debido a las presiones de los militares aún en actividad, se viera obligado a dictar las Leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987) —retomaremos este tema inmediatamente cuando nos ocupemos del período 1983-1989—. El 30 de octubre de 1983 la fórmula Alfonsín–Martínez obtuvo el 52 por ciento de los votos frente a la fórmula peronista encabezada por Herminio Iglesias, consolidándose como ganadora de la contienda. La democracia había retornado.

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17 Período 1983-1989

Como consecuencia de la dictadura, aparece en escena un nuevo actor social: los Derechos Humanos. El movimiento alrededor de los Derechos Humanos surge unido a la lucha de las madres de los desaparecidos, que frente a la falta de respuestas del Estado acerca del paradero de sus hijos, comienzan a agruparse y a hacer sus rondas de los jueves alrededor de la Pirámide de Mayo —frente a la Casa de Gobierno—, sin importarles estar poniendo en riesgo su integridad física. Las Madres de Plaza de Mayo nacieron en 1977 y desde hace más de cuarenta años siguen luchando para esclarecer el destino sufrido por sus hijos y poder restituir la identidad de los nietos: “La lucha de las Madres y las Abuelas, surtida del grito desgarrado de sus entrañas, no solo cuestiona el poder terrorista, lo desnuda y lo acorrala en su propia guarida, la Plaza de Mayo, y sienta las bases para su juzgamiento y condena” (Duhalde, 2013 [1983]: 375). Los pañuelos blancos sobre sus cabezas se han convertido en un símbolo de lucha contra la impunidad y el olvido. Asimismo, a finales del año 1983 se creó la CONADEP, con el fin de investigar las reiteradas violaciones a los Derechos Humanos. El resultado de casi un año de investigación, en el que se recopilaron numerosos testimonios de los sobrevivientes, fue el informe que se dio en llamar Nunca Más. Como llegamos a mencionar, en él se detallan las torturas sistemáticas llevadas a cabo por el Estado Terrorista como así también el funcionamiento de los múltiples centros clandestinos de detención.

En el año 1985, un tribunal judicial ordinario condenó a los ex comandantes de las Fuerzas Armadas a prisión perpetua: “El juicio a la cúpula militar de la dictadura, un proceso sin precedentes, tuvo lugar en la segunda mitad del año 1985 y se constituyó en un punto clave de la transición democrática” (Duhalde, 2013 [1983]: 181). Sin embargo, los militares continuaron presionando mediante los “planteos” —eufemismo de alzamientos— para que el juicio quedara sin efecto. Estas escenas son retratadas en la novela RNC, en donde desde una mirada extrañada la protagonista, luego de muchos años en el exilio, sigue con asombro los acontecimientos por la televisión. Duhalde (2013 [1983]) nos informa acerca de esto: “Tras el juicio a los ex comandantes, y antes del planteo militar de Semana Santa de 1987, comenzó el camino de instrumentalización de la ingeniería jurídica para asegurar la impunidad militar” (2013 [1983]: 190). Gracias a estas presiones sobre la recientemente recuperada democracia se terminaron dictando las Leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987),14 así

como los diferentes indultos emitidos por Menem,15 que anulaban los logros que se habían hecho en

busca de la verdad con los juicios sobre la Junta Militar y otros responsables del Estado Terrorista

14 La Ley de Punto Final (1986) logró que las acciones penales contra los responsables del régimen militar

quedaran caducas. La Ley de Obediencia Debida (1987) exculpó a los militares de menor cargo de su responsabilidad en los hechos, argumentando que solamente cumplían las órdenes de sus superiores.

15 Carlos Saúl Menem fue el segundo presidente elegido por el pueblo luego de la restitución de la democracia,

continuando el legado de Raúl Alfonsín. Su gobierno se extiende desde 1989 hasta 1999, habiendo sido reelegido luego de los primeros seis años. En la reforma constitucional que tuvo lugar durante su mandato se redujo la duración de los períodos presidenciales de seis a cuatro años.

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opresor. Como subraya Duhalde, en los años noventa “el olvido adquiere su dimensión de categoría política” (Duhalde, 2013 [1983]: 200). Esta época de impunidad habrá de terminarse recién en el año 2003 cuando el entonces presidente Néstor Kirchner declaró la nulidad de las “leyes del perdón” y se comprometió a llevar adelante una política de Derechos Humanos cuyos ejes fueran la memoria, la verdad y la justicia, en contra del olvido y propiciando que se juzguen los crímenes de lesa humanidad que, como tal, son imprescriptibles.

1.5 Hipótesis y preguntas de investigación

Planteamos la hipótesis de que un análisis de la narrativa sobre la dictadura seleccionada de Luisa Valenzuela desde un doble enfoque que una la dimensión espacial y el trauma permitirá demostrar que el encierro —tanto el físico como el psíquico— actúa sobre los personajes como una especie de doble tortura o tortura adicional, reforzando los ya existentes traumas provocados por la represión instaurada por el terrorismo de Estado.

Para intentar dar cuenta de la hipótesis planteada trataremos, análisis mediante, de dar respuesta a las siguientes preguntas de investigación:

1. ¿De qué manera la representación del espacio en las obras elegidas de Luisa Valenzuela, siguiendo la concepción de la casa y la dialéctica de lo de dentro y lo de fuera planteadas por Bachelard, da cuenta del encierro físico y psíquico al que se ven sometidos los personajes en época dictatorial? 2. ¿Cómo está representado el aplastamiento de lo subjetivo en las obras producto del trauma? 3. ¿Hasta qué punto el encierro tiene influencia sobre el trauma provocado por el maltrato corporal y

psíquico resultado de las políticas implementadas por un Estado Terrorista?

1.6 Metodología y disposición

Habiendo presentado en el capítulo 1 los objetivos y la justificación de nuestra investigación — apartado 1.1—, los datos bio-bibliográficos de Luisa Valenzuela —apartado 1.2—, el corpus de estudio —apartado 1.3— el contexto histórico sobre el que centramos nuestra propuesta —apartado 1.4—, y la hipótesis y las preguntas de investigación a las que queremos dar respuesta —apartado 1.5—, pasaremos ahora a describir la manera en la que estructuraremos la presente tesina y la metodología utilizada. El capítulo 2 lo dedicaremos al estado de la cuestión, es decir, a los trabajos académicos previos sobre Valenzuela que consideramos relevantes para nuestra propuesta. Por una cuestión de claridad expositiva, dividiremos los estudios que se dedican al análisis del espacio en la obra de la escritora argentina —apartado 2.1—, por un lado, y los que ponen el foco en el trauma, por el otro —apartado 2.2—. Este último apartado, será a su vez subdividido en dos secciones—

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subapartado 2.2.1 y subapartado 2.2.2—, según se trate de estudios que trabajen la teoría del trauma de manera explícita o implícita. El capítulo 3, lo dedicaremos al marco teórico, el cual también será dividido siguiendo los dos ejes de lo espacial y el trauma —apartado 3.1 y apartado 3.2—. Con respecto a la teoría del espacio utilizaremos los conceptos de casa y la dialéctica de lo dentro y lo de

fuera de Bachelard —subapartado 3.1.1—, por un lado, y los modelos de análisis del espacio narrativo

que ofrece Luz Aurora Pimentel en su trabajo —subapartado 3.1.2—, por el otro. Con respecto a la teoría del trauma, utilizaremos un enfoque multidisciplinario en donde el concepto de trauma se tratará desde tres perspectivas conjuntas: la psiquiátrica, la dinámica y la estructuralista —subapartado 3.2.1, subapartado 3.2.2 y subapartado 3.2.3, respectivamente—, siguiendo la propuesta de Cathy Caruth.

Una vez presentados los estudios previos y el marco teórico, pasaremos al capítulo 4, dedicado al análisis del corpus seleccionado, que es el corazón de este trabajo. El método que aplicaremos durante todo el análisis será el de una lectura minuciosa —close reading— de los relatos elegidos para, a partir de ellos, reflexionar sobre las cuestiones que atañen al doble enfoque elegido: espacio y trauma. Lo dividiremos en tres apartados, en los cuales trabajaremos, primero, la representación del encierro en el espacio narrativo —apartado 4.1—, segundo, la representación del trauma —apartado 4.2— y, tercero, la articulación entre espacio y trauma —apartado 4.3—. Los dos primeros apartados serán estructurados siguiendo el orden de los relatos del corpus presentado, es decir, cada uno contará con cinco subapartados. En el tercero, en cambio, se presentarán las conexiones entre ambas dimensiones trabajando todos los relatos al mismo tiempo. Por último, el capítulo 5 será destinado a las conclusiones de la tesina, en donde se dará respuesta a las preguntas de investigación, y asimismo, se retomará la hipótesis planteada al principio del trabajo, con el objetivo de observar si se corrobora o se rechaza.

2 Estado de la cuestión

La crítica ha analizado la obra de la escritora argentina Luisa Valenzuela desde múltiples y variadas perspectivas. Por nuestra parte, decidimos dividir este capítulo dedicado a los estudios previos sobre la obra de Valenzuela en dos apartados, siguiendo el lineamiento de nuestra propuesta doble que abarca espacio y trauma. Por un lado, los trabajos de la crítica que se ocuparon de analizar el espacio en la narrativa de Luisa Valenzuela —apartado 2.1—. Y, por el otro, los que se centraron, mayormente, en lo traumático —apartado 2.2—. Sin embargo, cabe hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, como ya se ha mencionado, no pudimos encontrar estudios previos que trabajen la obra de Valenzuela desde una perspectiva conjunta que una el espacio y el trauma, siendo tal vez lo más parecido a esto el

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