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Sin embargo, la amplitud de los tres grupos ha vivido cambios significativos durante los últimos cinco años cuando más gente se ha empezado a inclinar a favor de la independencia, lo que ha aumentado notablemente el apoyo habitual alrededor del 20%. El creciente independentismo tiene sobre todo dos indicadores clave que son, primero, el sentimiento de pertenencia únicamente a Cataluña y, segundo, el favor a la independencia.

Pues en primer lugar, el sentimiento de pertenencia únicamente a Cataluña ha vivido un aumento mientras que ha disminuido la gente se identifica como española. Así en diciembre de 2005, el 12% de la sociedad catalana se consideró

“sólo catalán” pero en julio de 2010 el porcentaje subió al 18%. La bajada en el porcentaje de personas que se sienten españolas es obvia también en el grupo de los “tan catalán como español”, pues la cifra de diciembre de 2005 fue el 52%

y en mayo de 2010 solamente el 41% (CEO, 1 agosto 2010, p. 17). La subida del sentimiento independentista no ha sido gigantesca, aun así se trata de un aumento llamativo. En segundo lugar, cuando en 2006 el CEO (26 febrero 2011) empezó a medir el apoyo a la independencia, estaban a favor un 13,9%. Desde entonces el porcentaje va constantemente en aumento y en enero de 2011 el respaldo fue ya del 24,5%. Y en cuanto a la percepción de Cataluña por las otras partes de España, ya consideran a los catalanes más independentistas que a los vascos. Un sondeo en 2009 demostró que el 40,3% de españoles creyó que los catalanes eran independentistas mientras que sólo el 28,4% lo pensó sobre los vascos (Publiscopio, 10 noviembre 2009).

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Esos cambios que han ampliado el favor a la independencia han sido sobre todo a causa de la culminación de unos acontecimientos negativos en la relación Cataluña-España en la segunda parte de la última década. Como consecuencia, ha surgido entre los catalanes una sensación de que el bienestar de Cataluña sería más grande sin pertenecer al Estado español porque en su mayoría, un 60,8%, han sostenido que disponen de una autonomía insuficiente (CEO, 2010, p. 251), por otro lado el Gobierno español tiene más bien una actitud cautelosa ante la opción de ampliar la autonomía (Mas, 9 enero 2011; Roca, 20 diciembre 2009). Cuando el gobierno catalán impulsó en 2003 una reforma que intentaba establecer la autonomía de una manera mejor y adaptar a Cataluña a condiciones del nuevo milenio3, se le acusó de pretender romper la unidad de España a consecuencia de una gran descentralización que iniciaba dentro del Estado (del Riego, 31 marzo 2006; López Burniol, 2008). Se hizo hasta una petición en contra con cuatro millones de firmas de todas partes de España (El largo ..., p. 14). Por consiguiente, aunque la reforma ha mejorado muchos aspectos del autogobierno y ha dado ante el Tribunal Constitucional (en adelante, el TC) en 2006, poco tiempo después de haber entrado en vigor. El TC terminó la tramitación en junio de 2010 cuando declaró 14 artículos inconstitucionales y reinterpretó el sentido de varios otros,

3 Antes del año 2006, habían sido habituales las intervenciones del Gobierno central en el Gobierno catalán. Desde 1979 hasta 2006, la autonomía catalana no fue suficientemente fijada frente a competencias del Estado sobre Cataluña y el Gobierno central varias veces desechaba leyes emitidas en Cataluña como inconstitucionales si no correspondían con su visión de España.

Pero por tantas intervenciones, el ejercicio del autogobierno se volvió inestable e ineficaz (Esteva Fabregat, 2004, pp. 283-285).

4 El Estatuto de Autonomía es el texto que fue objeto de la reforma. Es el texto de que dispone cada comunidad autónoma dentro del Estado español para concretizar su rango de competencias, derechos y deberes establecidos en la Constitución española. Como tal, es el texto jurídico más importante de cada Comunidad porque el Estado lo tiene y respeta “como parte integrante de su ordenamiento jurídico” (CE, Título III, Artículo 147/1).

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entre ellos la proclamación de Cataluña como “nación” en el preámbulo del Estatuto. El TC declaró que le faltaba cualquier valor jurídico porque Cataluña seguía equivaliendo a la “nacionalidad” tal como fijaba la CE de 1978. Explicó que la “nación” tenía solamente el sentido emocional (Brunet, 29 junio 2010). El sentimiento popular en Cataluña tras la sentencia se considera una “indignación”

(Chacón, González, 26 julio 2010; Monzó, 11 julio 2010, p. 21). Es decir, que la gente siente imposible un diálogo entre Cataluña y España cuando la realidad ha mostrado que Cataluña está sometida a lo que España piensa como mejor para ella. Lo explican Carme Chacón y Felipe González, la política catalana actualmente encargada del Ministerio de Defensa y el ex presidente del Gobierno español de los años 1982-1996. En su artículo para El País (26 julio 2010) advierten que el fallo ha hecho sentir a los catalanes que son “una especie de subgénero de la ciudadanía española”. Es decir, que no funciona el esquema de España como un Estado de varias naciones que se igualen unas con otras y se beneficia la nación española.

Así que inmediatamente tras la sentencia el respaldo independentista alcanzó el nivel más alto en la historia y superó el 24,5% que medían barómetros del CEO como el apoyo hasta entonces más elevado. El Instituto Noxa (18 julio 2010, p. 14) registró en julio de 2010 que alrededor del 47% de la ciudadanía votaría a favor de la independencia. Así, por primera vez en la historia los que apoyaban la independencia superaron en número a quienes la rechazaban. Pues entonces sumaron solo un 40%. Además, el 10 de julio de 2010, tuvo lugar una manifestación multitudinaria donde, según varias estimaciones, hubo desde 1,1 hasta 1,5 millones de personas de toda Cataluña (La Guardia Urbana; Òmnium Cultural, 10 julio 2010, p. 19). Los participantes afirmaban que, a pesar de la sentencia, Cataluña era una nación y que como tal debería disponer del derecho a decidir por sí misma si Cataluña seguiría formando parte de España o se independizaría (Barbeta, 11 julio 2010). A consecuencia de la sentencia la reivindicación de la autodeterminación perdía buena parte de fundamento porque como una nación los catalanes sí que deberían disponer del derecho a decir a qué Estado pertenecer.

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Xavier Casals, un catedrático de la Universitat de Barcelona especializado en la historia española contemporánea, da mediante su libro El Oasis catalán (2010) un análisis de impactos de la reforma estatutaria a relaciones Cataluña-España. En cuanto a las emociones populares hacia España, habla de una “secesión ligera que está antes que nada en la cabeza” o un “alojamiento mental” (Casals, 2010, p. 264) que ha surgido tras el empeoramiento de las relaciones. Claramente, las cifras de los barómetros respecto al sentimiento independentista han verificado lo mismo.

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